domingo, 23 de octubre de 2011

Himizu - Ciclo Filmoteca

El Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, que se celebra en Sitges desde hace 44 años, ha viajado este año a Barcelona gracias a una colaboración especial con la Filmoteca. Asimismo, la Filmoteca también ha estado en Sitges como corresponsable de algunas proyecciones muy singulares. El intercambio de programación, por ejemplo, ha permitido que en Sitges se pueda ver Angustia, de Bigas Luna, mediante una copia restaurada por la Filmoteca mientras que en Barcelona se proyectaban siete películas incluidas en la programación del festival. El martes 18 de octubre se proyectaron en la Filmoteca los dos últimos filmes de este intercambio fílmico: Himizu y Wombat.

Himizu es un film de uno de los autores contemporáneos más controvertidos del Japón: Sion Sono, autor de Guilty of Romance (mejor película en la sección Oficial Fantàstic Órbita), Cold Fish o la aclamada Love Exposure. Himizu ha obtenido buena respuesta tanto en el Festival de Sitges 2011 como la actual edición del festival internacional de Venecia donde consiguió el premio Marcello Mastroiani por las interpretaciones de los dos jóvenes protagonistas (shot Sometani y Fumi Nikaidô).

Esta lírica adaptada a la gran pantalla (y es que Sono también es poeta en la vida real) nos relata la vida de Sumida, un joven adolescente obsesionado en llevar una vida normal y corriente. Tarea complicada cuando el mundo a su alrededor comienza a desmoronarse. De padre alcohólico y madre fugaz, Sumida intenta seguir adelante tratando de manera positiva la perspectiva vital. Ahora bien, cuando las columnas que sostenían su "normalidad" acaban por derrumbarse y los malos pensamientos comienzan a aflorar, deberá resistir a las más oscuras tentaciones.

El realizador japonés se inspiró en el manga de Minoru Furuya pero incluye también, en el paquete lacrimógeno, el desastre de Fukushima como telón de fondo. No sólo por el borde apocalíptico del film, sino por el hecho de que se encontraban en medio del rodaje cuando el terremoto y posterior tsunami del 11 de marzo de 2011 afectó al país del sol naciente. Es también, pues, un mensaje de esperanza hacia una sociedad muy afectada actualmente.

A pesar de su parsimonia, Himizu funciona como un termómetro sobre el estado de ánimo de la juventud nipona actual, extensible a toda la geografía mundial. Sus personajes, que lo han perdido todo, incluso la posibilidad de rendirse, ya sólo cuentan con el grito como vía de expresión. Sus bramidos de desesperación funcionan como manifiesto generacional y como contrapunto al silencio que desprenden las ruinas del tsunami.

Wombat cierra el ciclo y es que se trata de la última película sitgetana proyectada este año en la Filmoteca. El húngaro Benedek Fliegauf, autor de Milky Way, The Forest o Dealer, nos muestra su visión más cabalística sobre la vida y la muerte.

Cuando Rebeca (Eva Green) regresa a la casa de sus abuelos, se reencuentra con su amor de la infancia, Thomas (Matt Smith, undécimo protagonista en la serie Doctor Who). La atracción entre ellos es tan fuerte que Thomas lo deja todo para estar con ella pero (y esto no es ninguna sorpresa) la vida no es eterna. Aquí comenzarán una serie de acontecimientos que nos narrarán lo que el futuro promete pero todavía no nos puede ofrecer.

Es una pieza de reflexión que insiste en el discurso moderno de la clonación humana y, como esto, puede tener efectos colaterales hacia el entorno más inmediato o no tanto inmediato. Veremos cómo el conflicto, que aparece ya en el minuto veinte, se desarrolla durante minutos con letárgica pero enigmática ejecución. Para amantes del cine que se alimenta de elipsis y que con pocas palabras expresa una idea con un trasfondo muy complejo y todavía desconocido por la humanidad.

Es, pues, una cinta contemplativa donde no sólo nos cautivarán los iris de Eva Green, sino la atmósfera creada por la ocasión. A nivel técnico no hay falsas pretensiones y Péter Szatmari se emplea en la fotografía, de modo que nos traslada notablemente toda la frialdad intencionada que quiere desprender el film. Gélida ya veces distante, entre el drama y la ciencia ficción, esta obra de influencia Jancsár se convierte en una perla danubiana que no miente en su mensaje



Èric Antonell