miércoles, 30 de noviembre de 2011

Drive, la revolución

Drive es tan perfecta que mientras estás (ad) mirando su excepcional mise en scène invade la extraña sensación de que será difícil encontrar una película tan bien construida en el futuro más próximo. En los 70 tuvieron Taxi Driver, ahora tenemos Drive. Tuvieron Travis Bickle, ahora tenemos simplemente este Conductor, sin el taxi, incluso sin nombre. Aquí no contamos con la bella música de Bernard Herrmann, pero la banda sonora diseñada por Cliff Martinez (en concreto las canciones, todo un acierto) conducen al espectador a través de la historia, introduciéndolo lentamente en una sanguinolenta espiral de violencia. Y casualidad o no tanta, aquí también encontramos Albert Brooks.
Desde los títulos de crédito piensas que más le vale a Nicolas Winding Refn saber lo que se hace. La letra rosa y kitsch puede hacer temer lo peor. Pero la admirable y particular savoir faire del director impregna Drive de una atmósfera de lirismo retro, deliberadamente ochentero, y un aire pretendidamente kitsch que deja sin aliento. El taciturno personaje de Ryan Gosling disfruta de tal magnetismo que el espectador pronto se verá atrapado en su asiento. Gosling crea un misterioso y fascinante ser humano y un verdadero héroe, un solitario conductor Eastwood que sustituye al sexy cigarro del Hombre sin Nombre por un mucho menos glamouroso palillos. Sus ojos esconden que algo oscuro está creciendo en el interior de este romántico a la vez que peligroso Conductor. Al final, el espectador se encontrará conteniendo la respiración para vislumbrar el más mínimo parpadeo.

Marian Lopez